lunes, 22 de febrero de 2010

LO MÁS IMPORTANTE ES MOVERSE

Un estudio europeo ha evaluado durante tres años la alimentación y la forma física de 3.500 adolescentes · Aunque hay malos hábitos a la hora de comer, el 60% presenta buena forma física.

La nutrición y el nivel de forma física de la infancia y adolescencia es un indicador significativo de la salud presente y futura. Para saber cómo identificar los jóvenes que más necesitan mejorar su forma física y rediseñar estrategias de intervención se puso en marcha el proyecto Helena, un trabajo colectivo dedicado a comprender y mejorar de forma eficaz los hábitos nutricionales y el estilo de vida de los adolescentes en Europa. Financiado por la Comisión Europea dentro del VI Programa Marco, 26 grupos de investigación de 10 países diferentes han estudiado durante tres años a más de 3.500 adolescentes. Ahora los grupos de investigación comunican gran parte de sus resultados on más de 40 trabajos publicados hasta la fecha. "Por primera vez tenemos una instantánea de la situación nutricional de los adolescentes", explica Luis Moreno, profesor de la Escuela de Universitaria de Ciencias de la salud de la Universidad de Zaragoza y coordinador internacional de este proyecto.

Por un lado, el estudio ha confirmado lo que ya se sabe. No existe una cultura nutricional buena y el estado general de forma física de los jóvenes no es esencialmente saludable. Sedentarismo, malos hábitos con la comida, poca fruta y verdura y poco ejercicio físico. A pesar de ello, es alentador saber que casi dos tercios de los adolescentes europeos (el 60%) tiene un nivel de forma física aeróbica asociada con un riesgo bajo de padecer enfermedades cardíacas. Así es la foto. Aproximadamente el 27% de los varones y 20% de las mujeres presentan sobrepeso u obesidad. Los patrones alimentarios difieren de las recomendaciones dietéticas y los adolescentes no son tan activos físicamente como deberían ser. Uno de los resultados más destacables es la composición de la dieta con respecto a las recomendaciones dietéticas. El consumo de frutas y verduras, de hidratos de carbono y de fibra fueron inferiores a los niveles recomendados de ingesta dietética. Por ejemplo, solo 13% de los adolescentes consumieron la cantidad recomendada de verduras (por lo menos 200g al día) y 16% de los adolescentes consumieron la cantidad recomendada de frutas (por lo menos dos piezas cada día). Por otro lado, el 50% de los adolescentes consumían más grasa que la cantidad recomendada: 35% de las calorías en forma de grasa. La cuestión importante es cómo cambiar todo eso."Una de las cuestiones importantes que nos ha demostrado este estudio es la conveniencia y utilidad de realizar nuevas estrategias de intervención", explica Moreno, que subraya además la dificultad de llevarlas a acabo. "No es fácil meterse en la cabeza de un adolescente. El proyecto Helena ha servido para desarrollar también estrategias piloto de intervención". Una de las conclusiones aparentemente útiles afirma que la información de masas no es demasiado práctica para lanzar mensajes y cambiar este tipo de actitudes. Por eso, desde la web del proyecto se diseñó una aplicación, bautizada como Activómetro, que recoge datos de las personas y ofrece consejos sobre alimentación y salud personalizados según los datos incluidos. "La información sobre estos temas debe ser adaptada a cada chico". Hay muchos datos científicos disponibles en relación con la obesidad; sin embargo, ésta no es la única enfermedad crónica que afecta a los adolescentes y que puede condicionar su futuro. Para describir mejor el estado de salud de los adolescentes, el estudio Helena ha definido valores de referencia para la tensión, los niveles séricos de colesterol y otros factores de riesgo cardiovascular. Estos datos serán extremadamente valiosos para los expertos en salud pública con el fin de controlar la evolución de las enfermedades crónicas en Europa. La forma física no es un rasgo individual, sino una combinación de la capacidad aeróbica, fuerza, velocidad, agilidad, coordinación y flexibilidad que, en conjunto, determinan la capacidad de una persona de realizar actividades físicas, incluyendo las actividades de la vida diaria. Uno de los estudios sugiere que la forma física aeróbica no solo es buena para el corazón sino que tiene un efecto positivo en casos de depresión, ansiedad, de problemas con los estados de humor, la autoestima y parece estar asociada con un mejor rendimiento académico. Por otro lado, se comprueba que la forma física muscular, la velocidad y la agilidad tienen un efecto positivo en la salud del esqueleto, por ejemplo, en una mayor densidad ósea.


Este estudio y muchos otros demuestran el papel prominente de la actividad física para mejorar la forma física y el perfil médico de la juventud. Estos valores normativos se han preparado de modo que una persona pueda evaluar su nivel de forma física en una escala del 1 al 10. La escala de forma física también podría emplearse para motivar a los jóvenes a desarrollar su nivel de forma física con el fin de ascender en la escala.

Fuente: www.granadahoy.com

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