martes, 8 de diciembre de 2009

Diario de Cádiz ( 08/12/09)


"No hemos sabido ni ponerle límites a nuestros hijos ni tomárnoslos en serio"


Los problemas educativos, la falta de control paterno, el botellón o la escasez de valores son algunos de los múltiples problemas que el juez de Menores de la localidad jerezana considera como grandes males de la juventud. Diario de Cádiz. Jorge Miró Actualizado 08.12.2009

José Miguel Martínez González del Campo es cordobés con sangre sanluqueña y magistrado del Juzgado de menores de Jerez.

–¿Cómo definiría a la juventud de hoy en día?–Yo diría que gran parte de la juventud es como la de toda la vida. Nosotros siempre decimos que los menores no cometen delitos, sino errores. Precisamente, se está en una edad, de los 14 a los 18 años, en los que se puede rectificar, lo que ya no ocurre cuando eres mayor. La gran parte de la juventud tiene sus problemas, pero hay algo que está fallando, que es la educación que los padres les damos a nuestros hijos. No hemos sabido ponerles unos límites, no hemos sabido tomárnoslos en serio.

–¿Tanta responsabilidad tienen los padres en lo que hagan o dejen de hacer sus hijos?–Sí. Muchos padres llegan cansados del trabajo y no tienen tiempo para sus hijos, y el niño resulta que luego campa a sus anchas porque no hay nadie que le indique el camino. Por eso se viven situaciones como las que tenemos aquí en el Juzgado: chavales que han perdido el control y familias que no saben nada de sus hijos. No se han ocupado de ellos cuando tenían problemas y ahora se preocupan porque se han convertido en un problema.

–¿Y los educadores? ¿No tienen también un papel fundamental?–Sí, también hay una responsabilidad clarísima por parte de las autoridades educativas. Lo que no puede admitirse de ninguna de las maneras es que haya un fracaso escolar estrepitoso, sobre todo en Andalucía. Esto es una vergüenza. A pesar de que la Junta disimula las cifras, resulta que el fracaso escolar es de un 34% en Secundaria, pero sólo cuentan los que ya han entrado en este ciclo. Si cuentas los que no han entrado, entonces estamos hablando de un 70% de chavales que no superan la Secundaria. Esto es terrible, sobre todo cuando se habla de que la forma de salir de la crisis es mediante la educación, el desarrollo, la innovación...

–Lo que pasa es que se le ha perdido el respeto al profesor.–Yo creo que ese es el gran problema. Que se ha pasado de una situación en la que en el colegio nos pegaban con una vara en la mano o te castigaban con un castigo físico a una situación en la que como eso se ha prohibido, no hay ninguna autoridad. La mentalidad de los chavales es: como ya no me pueden tocar, y soy menor, puedo hacer lo que me de la gana. Eso provoca que el profesor se haya ido retirando, haya perdido el control de la clase y no tenga además el respaldo de la comunidad educativa. En el colegio, lo que dice el director es que se arreglen las cosas sin líos, se niegan además a reconocer el absentismo. Lo que se quiere es que los problemas no trasciendan para que el colegio no coja mala fama.

–Eso es grave...–Y tanto. Además, el año pasado hicimos un control tanto la Fiscalía como el Juzgado y llegamos a comprobar que el 90% de los menores que pasaban por este Juzgado eran analfabetos. Ojo, estamos hablando de chavales de hasta 18 años, chavales que no saben ni leer ni escribir bien. Tengo montones de cartas que me mandan los chavales que son ininteligibles y a la conclusión que llego es que quieren que los ponga en libertad, pero las cartas no se entienden nada. No te digo nada si les digo que lean una noticia del periódico y hagan un pequeño resumen y lo escriban en un cuaderno. No entienden. Dicen letras, sílabas, pero no saben lo que significa. Ni siquiera leen bien los titulares de los periódicos. Han pasado un curso, otro, otro, simplemente por automatismo. Claro, luego van a buscar trabajo y les echan para atrás a la primera.

–¿Cuál es el perfil del menor que llega al juzgado?–Hay de todo. Hay un grupo que han nacido y vivido siempre en ámbitos de marginalidad económica y social. Barrios suburbiales en donde hay droga, marginación, robo, etc. Estos son muy difíciles de rehabilitar, porque desde el primer día que nacieron están acostumbrados a que hay que robar porque hay que comer, y si hay droga, hay que trapichear. Pero es que, además, muchísimos de estos chavales viven en los centros mucho mejor que en sus casas, porque tienen una habitación, sábanas limpias todas las semanas, cuarto de baño para dos... Desayunan, almuerzan, meriendan y cenan a sus horas, y eso no lo tienen en su casa.

–Además de este grupo, ¿hay otros?–Hay otro sector, que es el más amplio, que no tienen problemas de marginalidad, pero que ven que la vida es fácil, no tienen límites. Si quieren una moto, se la compran y, si no, pues la roban. A mí me vino uno diciendo que tenía el mismo derecho que yo a tener un coche, una casa y una tía buena. Y yo le dije que, efectivamente, pero que la única diferencia es que yo, para conseguir todo eso, tuve que tardar 40 años. Pero claro, eso es fácil. Son niños de familias de clase media que no necesitan robar para vivir, pero que sin embargo, lo hacen. Y luego hay otro grupo que me preocupa muchísimo, que son los que tienen problemas psicológicos o psiquiátricos. Comparativamente no son muchos, pero van aumentando poco a poco.

–¿Cuáles son los principales casos que acaban en los juzgados?–Lo que hay más son los delitos contra la propiedad: robos, hurtos, apropiación indebida... Después, hay otros casos preocupantes, que son los de las lesiones. La gente se pelea por cualquier cosa, y además se pega fuerte. El tema de la violencia doméstica también está creciendo preocupantemente. Cada año aumentan los casos. Una niña puede pegar a la madre porque simplemente le quita el móvil por la factura tan alta que le llega. Y como la niña se niega a darle el móvil, la discusión acaba en Urgencias porque la niña le ha pegado una paliza a la madre porque quiere el móvil.

–¿Y este tipo de casos se da más entre chicos o entre chicas?–En general, los que pasan por el Juzgado, un 80% son chicos y un 20% chicas, pero en este tipo de delito concreto, las niñas han aumentado considerablemente.

–¿Qué opina del botellón en la juventud?–Mi opinión es que es inadmisible e intolerable, y que la autoridad, ya sea la municipal o la nacional, no quiere enfrentarse con el problema real que hay ahí. Porque el problema es que no se cumple la ley, hay menores de 18 años que consumen alcohol. Pero es que la autoridad no se atreve a afrontar el problema porque eso luego repercute en los momentos electorales. Y entonces lo que hacen es decir: mira, te vamos a reservar un sitio para que hagas lo que te dé la gana, y eso incluye la comisión de delitos, pero no molestes.–¿Se ha perdido un poco el norte con los menores? Que una niña de 16 años pueda abortar sin el conocimiento de sus padres ¿No es una barbaridad? ¿O que la edad mínima para tener relaciones sexuales esté en los 13 años?–Lo que es verdad es que hasta hace pocos años era insólito que jóvenes de 14 años mantuvieran relaciones sexuales de manera habitual y sin ninguna cobertura afectiva. Y después, cuando se habla del tema del aborto, yo creo que sí, que las mujeres tienen derecho a decidir sobre su vida, aunque también habría que pedir la opinión del hombre. Una chica de 16 años puede tener capacidad, otra cuestión es lo de los padres. Me parece excesivo que puedan abortar sin más, no digo la autorización, pero por lo menos que haya un conocimiento por parte de los padres. Y también quizás habría que hacer una prueba de madurez. Pero vaya, lo que no discuto es el aborto en cuanto al derecho de la mujer a disponer de su propio cuerpo. Eso es algo que lo tengo claro desde siempre. De todas formas, en lo que sí hay que insistir es en no llegar a ese momento, es decir: explicar las medidas preventivas que existen hoy día.

–Un caso que ha dado que hablar este año ha sido el de Marta del Castillo. ¿No da la sensación de que los imputados se han estado riendo de media España? –Es que hay un error en el planteamiento de la cuestión cuando se dice que se están riendo. Es que los acusados de un delito tienen constitucionalmente derecho no sólo a no declarar, sino a incluso a mentir. Si jugamos a la Constitución, jugamos, y si no, la tiramos. Pero: ¿hasta qué punto podemos pedirle a los supuestos delincuentes que colaboren con la acusación? Todos los días, cuando celebramos juicio, lo primero que le decimos al acusado es que tiene derecho a no declarar. Pero además tiene derecho a mentir, y eso lo ha reconocido el Tribunal Constitucional y el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Y eso, que en este caso nos puede parecer muy mal, tenemos que preservarlo por una razón: porque mañana puedes ser tú o puedo ser yo. No se puede condenar a la gente antes de ser juzgada. Lo malo es que en este país, en el bar de la esquina se resuelven los asuntos jurídicos en diez minutos.

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